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Hermano de Juancho Montoya: Con mi hermano hubo justicia chucuta, y justicia chucuta no es justicia

Hermano de Juancho Montoya: Con mi hermano hubo justicia chucuta, y justicia chucuta no es justicia

Jonny Wilfred Montoya, exfuncionario de Policaracas, recuerda, diez años después, cómo ocurrió la muerte del revolucionario Juan Crisóstomo «Juancho» Montoya, asesinado el 12 de febrero de 2014 en la esquina de Tracabordo, en la Candelaria. «Me ofrecieron real para que yo dijera que el asesinato de Juancho era culpa de Leopoldo López», afirma. Su hermano está enterrado en el cementerio de El Junquito

Tengo 59 años y me han destituido tres veces de Policaracas. La primera fue en el año 1996; me destituyó Antonio Ledezma. Yo era de izquierda y Ledezma me vio como a un guerrillero; me destituyó, me botó. Soy fundador de Policaracas e igual me destituyó. Pasan los años y, con el gobierno de izquierda, vi un sueño hecho realidad. Hablo como el hombre de izquierda que era; ya no lo soy. Yo era un hombre soñador y romántico. En el año 2000 me reinstalaron en Policaracas y empecé a trabajar como el policía honesto que siempre he sido. Tengo un libro, Apología de un policía social; primero hice un folleto sobre lo mismo, y después, un libro.

Volví a la institución, estaba comenzando la revolución, y siempre le decía a Aristóbulo (Istúriz): ¿Cuándo vamos a atacar la corrupción? «Todo tiene su momento, Montoya», me respondía. «Su momento» es que Chávez iba a perdonar a todos los de «la Cuarta», y ahí empiezo a combatir la corrupción interna nuestra. ¿Cómo es posible que Chávez no metió preso a Morales Bello? ¿Al otro, al otro? Lo cierto es que Chávez perdona y envía un mensaje a los muchachos de la revolución: todos ellos siguieron el ejemplo. En el año 2002 saqué el folleto, en 2007 saqué mi libro, y eso me trajo muchos problemas con la corrupción de nosotros. Entonces vino la segunda destitución, con Jorge Rodríguez como alcalde. Primero me mandaron en comisión de servicios al Sumat, me prohibieron hacer procedimientos como policía y me sentía muy mal. Siempre hablaba con mi hermano; él era más flexible.

Me botaron en 2011 y armé tremendo lío. Aparecí en todos lados. Pero el jefe de la policía en aquel entonces se mató, y me buscaron el reingreso, me pagaron salarios caídos y volví. Ya era un Montoya diferente: un comisario golpeado. En la parte económica me dieron muy duro. Pero nunca bajé la cara, nunca caí en corrupción. En 2014 mataron a Juancho, y Jonny Montoya volvió a agarrar fuerza. Yo estaba en lo cierto: estos son unos malandros, no son de izquierda. El problema de Venezuela no es de izquierda o derecha: es de honestidad versus corrupción. Ese es el problema en Venezuela. Allí radican todos los males que tenemos.

Mataron a Juancho en 2014, y ellos creían que yo estaba cabizbajo. Me mandaron un emisario. Me ofrecieron real para que yo dijera que el asesinato de Juancho era culpa de Leopoldo López. Me hicieron insinuaciones, me dijeron cosas como «Mira, Montoya, si tú dices que Leopoldo López mató a tu hermano te vamos a arreglar mucho la vida». No quiero entrar en detalles. Respondí que lo iba a pensar. Un periodista de Caracol me preguntó si yo creía que López mató a mi hermano, y yo respondí: «Eso es descabellado, a Juancho lo mató la misma gente de nosotros». En ese entonces era «nosotros». En Policaracas no le pararon a esa declaración, al parecer.

En un acto dije «voy a hacer una práctica de perdón. Públicamente perdono a Gabriela Ramírez por no haber prestado apoyo a mis denuncias (cuando era defensora del Pueblo). Y pido perdón al representante de Fedecámaras, porque mi hermano puso una bomba allí». Fui aplaudido y criticado.

Pude ir a Washington en 2015. Si podía denunciar la muerte de mi hermano, iba a hacer ese viaje y hablar con Biden. Cuando me iba a regresar, me dijeron que me quedara, pero yo regresé. Llegué a Venezuela; supe que el jefe de Policaracas, en una reunión, propuso que me mataran o me sembraran droga, pero le replicaron que cómo me iban a sembrar droga si yo soy anticorrupción. Entonces me destituyeron por tercera vez. Estuve tres años peleando, pero es agotador, consume dinero; y, cuando tocaba sentencia, el juez dictaminó el reinicio de la causa. Era 2018. Me acogí al 350 de la Constitución. Mi abogada no quiso firmar el oficio; escribí la respuesta, otro abogado la firmó, y cuando haya un cambio, reactivaré mi causa. Me robaron mis prestaciones.

Hablo de mi hermano. Mi hermano no era ningún santo. Nos dejamos de hablar varias veces por las cosas que hizo. Pero Juancho era un ser humano y nadie, nadie tiene derecho a quitarle la vida a nadie; por lo tanto, yo sigo luchando contra la injusticia que se cometió con mi hermano. Juancho era inspector de Policaracas, era revolucionario activo. Era el hermano mayor; debería tener 61 años. Yo tengo 59 años. Yo era de izquierda de pensamiento, pero no de acción. Juancho tenía un perfil muy activo, con una capacidad para acciones militares.

Participé, lamentablemente, en el 27 de noviembre de 1992. La célula mía era Alí Rodríguez Araque, Aristóbulo Istúriz, Pablo Medina. Lamento toda esa parte de mi vida. Pero tengo un pensamiento: el pasado es el pasado. Si se repite la historia no participaría en un golpe de Estado, porque adecos y copeyanos son unos conejitos delante de esta cuerda de malandros que eran amigos míos y colegas míos.

El 12 de febrero de 2014 Juancho estaba convocado para un evento en La Pastora. Tenía varios radios: de la Presidencia, de los revolucionarios, de Policaracas. Carlos Lanz llama a Juancho por radio y le dice que se presente en la esquina de Tracabordo e investigue si los estudiantes están armados. Juancho se vino a la esquina de Tracabordo, estaban colectivos de Waraira Repano de Catia, un colectivo de Petare y cinco integrantes de otro colectivo. Juancho les pidió que pararan todo y caminó hacia abajo; la última información de Juancho fue «los estudiantes no están armados». En una grabación que me enseñó un funcionario se observa que los cinco colectivos hicieron una rueda, hablaron algo; de esos cuatro sale uno en posición de disparo, y dispara. Juancho voltea, y le dan un tiro en la nariz. Los otros cuatro hicieron un parampampán, empezaron a correr y a disparar en el aire.

El Ministerio Público había planificado unos allanamientos que nunca se hicieron, unas detenciones que nunca se hicieron. El fiscal a cargo me dijo que la fiscal Luisa Ortega Díaz mandó a parar todo. Recurrí a otra fiscal, le eché el cuento, me prometió «va a haber justicia, Montoya». Pero se fue del país.

La investigación seguía su curso; el curso que ellos querían. Siempre dicen «hay un detenido», pero esa es una media verdad. No hubo detenidos, sino que uno se entregó. El que mató a Juancho, el tirador, se entregó. Le prometieron que no iba a pagar ese muerto. Es Hermenegildo Barrera. Salió una sentencia de 26 años. Él falleció el año pasado, según, de cáncer, en su casa. Explícame eso. Por eso hablo de justicia chucuta, y justicia chucuta no es justicia. Allí participaron cinco. Y los autores intelectuales brillan por su ausencia.

Fuente de TenemosNoticias.com: contrapunto.com

Publicado el: 2024-02-12 00:01:00
En la sección: Nacional – Contrapunto.com

Publicado en Nacionales

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